*** La
hermosa Villa de San Antonio de Upata, nacida de las manos de los misioneros
capuchinos catalanes un 7 de julio del 1.762, es mucho más que un red de
urbanizaciones cruzadas de calles y avenidas; donde se encuentran unas tres
plazas, algunos parques , centros comerciales y establecimientos de servicios
Omar Vidal
Upata.- La conocida Villa del Yocoima es
más que una arquitectura; es su gente. La gente que la ha habitado desde su
nacimiento.La gente son el aliento de la
ciudad; su alma; su razón de ser. Los que ya no están y los que hoy transitan sus calles, disfrutan estos parques y habitan
estas casas con memoria de una ciudad.
Una ciudad
sin habitantes es un cementerio de concreto en espera que la mano del tiempo la
borre, como ha ocurrido durante siglos con aquellas que quedaron desiertas. Ninguna otra ciudad lleva
el nombre Upata.; solo ella es dueña absoluta de este nombre. Nombre indígena
que significa “Mi tierra o lugar que habito”. Es una denominación profundamente íntima, individual; inmensamente
evocativa, como un derecho irrenunciable del espíritu.
Así lo dio a conocer el maestro Ángel Romero Cabrera cronista de Upata,
quien con sus mejores expresiones por la actual ciudad de Upata, aseguró que “Upata se acunan los recuerdos
infantiles; los sueños de adolescentes; los triunfos de la adultez; los sinsabores y alegrías de la vida de tantas
gentes. Su sola remembranza nos transporta y seduce. ¡Cuántos cantos ha
inspirado a sus músicos y poetas! ¡Cuánto
lirismo desbordante se tejen en
su historia romántica! ¡Cuántos aplausos Tributados a sus representaciones
teatrales! ”.
Upata
necesita
Romero
destacó que actualmente la ciudad de las mujeres bellas ha cambiado
considerablemente. Cada uno desde su vocación personal de servicio ha
contribuido para que el antiguo pueblecito capuchino se haya convertido con los
años en la tercera ciudad del estado Bolívar. Pero a pesar de este progreso
Upata no está a la altura de sus aportes ni crece al ritmo de las ciudades del
estado que le anteceden.
“Upata ha
venido creciendo más lentamente que Ciudad Bolívar y Ciudad Guayana; reclama
repavimentación de sus calles; instalación de nuevos servicios médicos; de una
educación más dinámica y eficiente a la altura de las demandas estudiantiles;
de creación de nuevos parques internos en sus diferentes barriadas; de mejores
prestaciones de los servicios públicos”, dijo.
El cronista
resaltó la necesidad de instalar
una imprenta propia donde imprimir se
acervo literario y editar su propio periódico,de manera especial, construir un
Archivo Histórico; un espacio para la memoria, donde su gente pueda disfrutar
de sus acervos musicales y poéticos.
“Los que habitamos esta hermosa ciudad
sentimos la necesidad de observar sus obras plásticas tradicionales; revisar
los documentos fundamentales de su historia y compilar en videos las imágenes
de su acontecimientos. Porque una ciudad que no guarda y aprovecha las
experiencias de su historia tiende al extravió, al estancamiento”, agregó.
Su gente
Destacó que
el alma de esta ciudad es su gente que traza planes celestes; remonta vuelos a
las alturas para encontrarse con la deidad suprema; es ciudad religiosa que
plasma sobre avenidas de asfalto calles
de oro. Calles divinas que percibe en las letanías de sus iglesias; de
cualquier iglesia.
“Su gente es además
creativa; es artista. Se cubre en música,
poesía, prosa, teatro, danza, y en
artes plásticas de tarde en tarde; cuando la luna llena adorna su cielo
estrellado y las musas convidan a crear. La ciudad necesita crear para poder
vivir, su espíritu trasciende lo cotidiano, lo banal y lo simplemente mortal; la
urbe no quiere morir, desea eternizarse
y preservarse para las generaciones posteriores”, recalcó.
El historiador aseguró que Upata es también un
poco de mitos, cuentos de aparecidos y ánimas en penas; de relatos exagerados
vendidos por verdades. Asimismo afirmó que los habitantes de una ciudad como
Upata, perciben la magia y transmiten su tierra desde las fantasías con una
fuerza interior que se aferra a las visiones espirituales sin las cuales la
vida no sería, sino una realidad triste y animal.
“Pero la
ciudad no se mendiga, se construye con el aporte de sus ciudadanos; los que
gobiernan y los conviven en ella... Además de voluntad hay que diseñar e
implantar planes concretos y diversos que nos conduzcan a la ciudad que
realmente merecemos tener. Una ciudad a la que le corresponde un progreso real
en virtud de los aportes que ha dado a la región. La ciudad; “la tierra que
habito”, está solicitando de su gente el mayor de los esfuerzos para no
sucumbir”, alegó.
Aseveró que
la Villa del Yocoima parece emergida de un sueño selvático. Surgió de los
montes sureños entre murmullos de rezos capuchinos; se transformó en cuartel
piarista; en capital del oro; en parnaso guayanés; en armonía musical; en las prosas de un libro evocativo,
convergiendo familias de todas las razas europeas, cuando la mayoría de los
pueblos interioranos de Venezuela padecían la ignorancia total.
Huellas históricas
En
el caso histórico de la villa de las Sietes Colinas han desaparecido las
huellas históricas, que por mucho tiempo fueron memoria para recordar su origen
donde existieron casas originales construidas durante las colonias. En 1.862 la
urbe fue reconstruida durante la administración de Don Pedro Cova, las
viviendas cercanas a la Plaza Bolívar como la Casa del Balcón, la Casa Verde,
La Casa de la Cultura “María Cova Fernández”, son de esa época mayormente conservadas
en nuestros días en la calle Sucre.
Según
documentos del registro subalterno de 1862, dichos bienes pertenecieron al ilustre
prócer General Tomás Gutiérrez, destacado percusionista de la Batalla de San
Félix. Posteriormente la Casa verde pasó a manos de Don Berardo Lezama,
heredado por sus familiares. Luego la municipalidad declaró estas instalaciones
como patrimonio cultural del municipio, para restaurarla y crear el archivo
histórico de la ciudad. Para 1.995 la Casa
de la Cultura fue adquirida por la
familia Alcalá, restaurada y entregada
en comodato a la Asociación Casa de la Cultura “María Cova Fernández”.
Al
norte de la plaza en la calle Bolívar,
se encontraba la casa de la azotea. Allí funcionó antiguamente el
Concejo Municipal y la policía. El edificio fue adquirido por el conocido
comerciante Ortega, reconstruyendo
totalmente y modificándose en parte su vieja estructura colonial. Originalmente
la casa perteneció a la familia Lezama, de las más antiguas de la ciudad.
En
el actual y moderno centro comercial Anakaro se encontraba el edificio ortega, antigua
casa de la azotea. En el territorio de la existente Unidad Educativa Nacional
Santiago Mariño, funcionó para el siglo XIX, el negocio de víveres de Don Antonio
Rodríguez, padre del desaparecido y eminente Hijo Ilustre de la Ciudad Doctor Carlos Rodríguez Jiménez,
La vigente Iglesia Parroquial de San Antonio
de Upata, construida por los hermanos capuchinos catalanes en 1.762. Este
edificio religioso ha sufrido tantas modificaciones
que es difícil compararlo con el de su origen. Su última y significativa
trasformación la sufre en 1.962 cuando, por motivos del Bicentenario, es
radicalmente trasformada en honor a San Antonio de Padua, clérigo
portugués de significativa importancia
en el santoral católico. En su honor, cada 13 de septiembre, día de su muerte,
se realizan las procesiones de San Antonio.
En
el municipio Piar existen otras
construcciones católicas. En El Manteco se encuentra la Iglesia de Santa
Teresita, construida en la segunda década del XX. Además de las Iglesias católicas, se
levantan edificaciones representativas
de las diversas hermandades evangélicas como congregaciones de la Iglesia de
Dios Pentecostal: Iglesias Bautistas Cristo Salva en distintas comunidades,
anglicanas, Adventistas, Testigos de Jehová y
Mormones, fundamentalmente.
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